9. Malaga (diciembre 1938 – febrero 1939) Salamanca (febrero – mayo 1939)

Siempre al escribirte deseaba decirte, que el padre Esteban me dijo, al consultarle lo de la madre provincial que tú conoces, que le hable claro, es decir, que le diga que no pienso en ellas, y que como veo es otro mi deseo y estaba muy resuelta, que mi director me aconseja que por ahora sólo ponga todo en manos de Dios.

Ayer tarde, a las 5:30 llegué a esta preciosa tierra, teniendo la alegría de encontrar muy bien a Elisa y Juan en su monísimo hotelito. Lo primero que vi en el saloncito dorado que tienen fue una preciosa pintura, un cuadrito pequeño peor maravillosamente hecho de santa Teresa de Jesús. Qué alegría me dio, y cómo le pedí por nosotras. Mi cuarto es monísimo, muy sencillo; es pequeñísimo, estilo celda: sólo tengo la cama, una mesita, un lavabo y una silla, que me hace gran ilusión. Al lado mismo del hotel está la capillita de los Padres; figúrate mi alegría.

Las noticias de hoy sobre la guerra no pueden ser mejores y de llenar de esperanzas de que esto se termine pronto, y podamos correr al lado de los que sufren para llevarles el consuelo espiritual y de toda clase de alimentos y alientos. Cómo deseo empezar a trabajar para proporcionarles con todo amor cuanto esté a nuestro alcance.

Ayer vino una de esas chicas que visitan a los enfermos pobres para que la acompañase. Figúrate con el cariño y gusto que fui, y me pude hacer un poco de cargo de lo que tenemos que trabajar. Qué pena ver el fondo de esas almas, que no pueden quitarse aquel odio de clases. Quieren disimular al vernos con la limosna en las manos, pero… hijuca mía, la clase de limosna que necesitan tiene que darla Dios: primero al que Él quiere sea portador de ella, pues tiene que llenarlo de todas sus misericordias, de abnegación, de una caridad inmensa venida de Él para poder obrar como Él nos enseñó con el ejemplo. Todo esto aumentó más mis ansias de empezar a trabajar en nuestro palomarcico, junto a la que Dios le ha dado ideas tan hermosas para que nos las comunique a las que sólo tenemos buenos deseos de hacer el bien.

He pensado aprovechar este viaje (del coche de Juan a San Sebastián) para marcharme a tu lado. Aquí me encuentro tan desamparada de cosas por dentro. Ellos no pueden ser más buenos y cariñosos, pero comprendo que no les soy necesaria, y yo necesito mucho de los que tienen que formarme para hacer algo de provecho. Maruqui se ve cada vez más incapaz de todo.

¡Que satisfecha estoy en mi rinconcito tan querido, al lado de tu tesoro escondido! Ya estoy tranquila al saber que los escritos los enviaste ya, gracias a Dios; lo deseaba mucho, te tengo tanto miedo a tu falta de confianza en ti, y el siempre creer que lo haces mal; sólo confiaba en lo obediente que es mi pequeña.
Sigo visitando los enfermos pobres, gozo mucho llevándoles a los pobrecillos heridos el catecismo. Una cosa y otra la hacemos por la mañana.

A Esteban le parece me cansé muy pronto de estar aquí. Yo creo que, según marchan las cosas, no dará tiempo de reunirse en primavera en La Huerfana, y tendremos que reunirnos pronto para irnos a Murcia. También recibí ayer una tarjeta del padre Crisógono; me dice que recibió las cuartillas, y como tú le anuncias que irás en marzo, que ‘entonces iremos concretando estas cosillas’.

Quisiera decirte cuanto siento, pero esto es imposible. Pronto, gracias a Dios, estaremos reunidas y dispuestas a lo que Dios quiera de nosotras. ¡Cuánto me consuela pensar que te tengo a ti para estar a mi lado en todo lo que me espera que pasar! Te quiere muchísimo y está deseando abrazarte. María.

Ayer fui al hospital para preparar a los soldados que querían confesar para comulgar en la fiesta de esta mañana. Son tan buenos, y los pobrecillos tan ignorantes en cuestión religiosa… Cuánto campo para trabajar, y qué falta hace. Muchísimo pido a nuestros queridos mártires para que ahora más que nunca nos iluminen y den fuerzas. Son tantas las que necesitamos. Ha empezado ya para las dos el camino cuesta arriba, más áspero y lleno de dificultades a cada paso. Ellos desde el cielo pedirán a Dios para que nosotras sólo hagamos su divina voluntad, asistidas por Él, pues humanamente no podríamos con tan pesada carga.

Dices que por no ser de tu gusto el médico (director espiritual) que tienes ahora, notas la falta del que se murió. Figúrate yo, que en mi larga peregrinación sólo en temporadas muy cortas he tenido con quien poder consultar; y algunas veces creo que no me conoce como yo desearía: esto sí que es penoso para mí; y siempre, cuando yo me creo más necesitada de ‘médico’, es cuando más sola me lo paso todo. Cuesta mucho, y angustia verse tan sola, sin tener con quién comunicarse. Ánimos no me faltan, y confianza en las oraciones de todos, y muy especialmente en las tuyas, hija mía queridísima.

Guión Autobiográfico María Séiquer Gayá.
Realizado por el Padre Antonio Capel S.J.
Positio pág. 5
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